Te hundís en un mar de lágrimas que te van ahogando más y más, pero
podes respirar aunque recordas qué pasó y todo ello fue en vano. Entonces seguís
venciendo como si tu cuerpo estuviera hecho de plomo y ya tocaste suelo. Ese
suelo que te hizo ver las cosas cómo eran, realmente. ¿Y ahora qué? Levantar la
frente en alto y empezar a nadar hasta la orilla, es la única solución; no
podes quedarte allá abajo dándote cuenta todo el daño que hiciste y sin
aprendiendo de todo lo que sufriste.
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